Después de las fuertes lluvias que han arreciado por todo el archipiélago canario, especialmente por Gran Canaria, por fin el pasado lunes día 2 de noviembre se pudo celebrar la 11ª prueba de escuelas de ciclismo en Gran canaria, un campeonato plagado de carreras por muchos municipios de la isla y, cada vez, con mayor reclamo entre los aficionados al ciclismo.
En esta ocasión fue el municipio de Moya el que se llenó de pequeños rodando por sus calles más emblemáticas, en un pueblo que, de un tiempo a esta parte ha mejorado sensiblemente su aspecto y que, en la actualidad, goza de un buen puñado de calles con un gran encanto turístico. Por otra parte destacar también el paso adelante que dio el consistorio del municipio en apoyo al deporte en general y al ciclismo en particular, pues ya son varias las pruebas ciclistas a las que asistimos este año con el municipio de Moya como protagonista.
Doratil-Moyabike, el club organizador, preparó un circuito bonito y exigente, donde destacaba el repecho de subida a la iglesia del pueblo que, por cierto, lucía espléndida (como se puede ver en alguna foto), lo que para muchos supuso el primer puerto en su vida. Alguno lo recordará por muchos años, no nos cabe duda, sobre todo los más pequeños. Gran despliegue humano y organizativo, como suele ser habitual por otra parte, por todas las escuelas de Gran Canaria, con gente de la organización repartida por todo el circuito pendiente de la seguridad de los pequeños. No faltó ni el avituallamiento con dulces de Moya para recuperar el azúcar gastado.
Y aceras repletas de gente: entre familiares, amigos y curiosos, viendo al centenar de chavales que pedalearon por las calles del pueblo entre gritos, sofocos y aplausos en una soleada mañana otoñal y con algún que otro padre desbocado, dejando imágenes de lo más curiosas. En algún momento, hasta la megafonía tuvo que llamar la atención a los mismos, debido al ímpetu de alguno. Y es que a alguno nos gustaría mucho aquello de “volver a ser un niño” como decía la canción, lástima que tendrá que ser para otra vida.
Curioso también, como no, observar la velocidad que los más grandes son ya capaces de alcanzar, comparada con el trotar feliz de los más pequeños, más preocupados en muchos casos, de contemplar el paisaje que de adelantar al colega de delante.
Un acierto estas carreras en cascos urbanos, sobre todo teniendo una gran organización, un consistorio que apoye y un desarrollo rapidísimo de todas las carreras, para que no haya largos y tediosos tiempos de espera entre carrera y carrera. Felicidades a todos, este árbol tiene buenas raíces. Un abrazo.
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